
El arte como actividad humana ha sido y es hasta nuestros días un tema muy complejo y un fenómeno difícil de definir por eruditos y especialistas siendo, además, objeto de estudio en múltiples campos como la historia, la antropología, la sociología, la filosofía, la política, la educación y la medicina entre otros. Pero haciendo a un lado y sin ahondar en los diferentes puntos de vista, propios de cada especialidad, todos coinciden en que se trata de un tipo de expresión, inherente al ser humano, que se ha manifestado desde los tiempos más remotos y de ahí que hayamos podido conocer la historia del hombre gracias a los trazos, dibujos y jeroglíficos ejecutados por nuestros ancestros en todos los rincones del planeta, muchos de los cuales aún no se sabe con certeza su función, aumentando aún más el misterio que encierra a esta manera de hablar sin palabras, a esta forma peculiar de decir con imágenes.
La actividad creadora es un proceso constante de destrucción y construcción, lo que nos permite elaborar y crear nuevos espacios, expresar de manera simbólica aunque tangible, los conflictos de índole psíquica y espiritual repercutiendo su efecto en el orden material de nuestro entorno, en los vínculos y en nuestras acciones.
Los elementos y herramientas propias de las artes plásticas como la forma, el color y la organización compositiva trascienden su función estética, es decir, que son portadoras de un mensaje emocional, espiritual e ideológico. El uso de colores cálidos o fríos, los trazos suaves o enfatizados, las formas cerradas o abiertas como la distribución de estos elementos en un límite dado como ser una hoja o una tela, siempre están diciendo algo más que la búsqueda de una convivencia armoniosa y estética. Esto es así porque dichos elementos contienen en sí mismos una energía, una carga emocional y realizamos asociaciones inconscientes con ellos. Es, en muchos casos, lo que nos hace juzgar a una producción artística como “agradable” o “desagradable”, más allá de que contemplemos obras genialmente ejecutadas.
Mandala significa “círculo” en sánscrito y son expresiones de nuestra necesidad innata de totalidad y unidad. Representan el proceso de asimilar elementos importantes en la vida que a menudo siguen siendo inconscientes, aunque estén prácticamente en la superficie de la conciencia. En realidad, el mandala es una expresión del microcosmos que se representa dentro de la persona y se revela en las formas, los símbolos y los colores presentes, y en su contexto combinado. El mandala funciona como un punto focal, como una lente que está enfocada en el interior y que refleja cualquier cosa que se esté representando en la psique en un momento dado. Cuando esto ocurre, el mandala es un reflejo del alma.
Al hacer un mandala o contemplar el de otra persona experimentamos imágenes que pueden ayudarnos a ser una totalidad, imágenes que evocan los poderes de transformación.
VERÓNICA D´AGOTINO, Artista Plástica y Terapeuta.
Si queres participar y contar tus experiencias 4798-9454 / 4793-3510 te escuchamos!!
1 comentario:
GRACIAS DOLO !!! LO PASÉ GENIAL EL DOMINGO. ME SENTÍ SÚPER CÓMODA JUNTO A TU MARAVILLOSO EQUIPO DE TRABAJO. ESPERO QUE PRONTO SE REPITA UN ENCUENTRO CON MATE Y BUENA GENTE. BESOS PARA TODOS !
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